Description
La alfarería en Honduras es muy común, es energética en el pueblo como arte y por su uso ya que es una tradición procedente del conocimiento indígena Lenca, que lamentablemente, aunque ha desaparecido el idioma, su cultura material y cosmogónica está muy viva. En el pueblo Balibrea, municipio Siguatepeque, vive la Sra. Eliza Euceda, dedicada al arte de la alfarería toda su vida, pues procede de familias alfareras por tradición. Miles de mujeres de otras regiones donde hay barro, elaboran diversas obras de alfarería con fines utilitarios, devocionales y de valor estético.
La sociedad hondureña, hasta hoy, valora la alfarería y así como la producción es abundante, la demanda es permanente en la población. Masa moldeable es abundante, también la arena y el agua que utilizan es de río, quebradas, lluvia, o del servicio de acueducto de pueblos.
El horno en que se queman las piezas, es también de barro, tierra y ladrillos, el combustible es la leña, que puede ser de árboles especiales, pedazos de manera, tabla y hasta desperdicios de un aserradero, siempre y cuando sean propios para una buena combustión.
Barro, arena, agua y el amasado, son la clave fundamental para una buena obra, si esto no se cumple, las piezas se resquebrajan en el moldeado o en el proceso de quemarla al horno, por todo ello, producir una pieza de alfarería, es en conjunto, un todo armónico y es por lo tanto, un arte, que no admite equivocaciones.
No hay alfarera en Honduras que elabore una pieza, -ya sea plato, comal, jarro para el agua, vaso, candelabro, anafres o adornos, entre otras obras-, que las haga sólo, con fines comerciales, hay una ética en su arte, lo hace con amor, con gusto, placer y su satisfacción, es que, quien la obtenga, por compra directa o regalo, sea valorada en su estética. Ese contentamiento y agrado por su propio arte se expande por el país y a veces, a nivel internacional, cuyo orgullo es manifestado por cada alfarera. Una mala obra, elaborada por sus manos, no tendría razón de existir.
english
Pottery in Honduras
Pottery in Honduras is very common. It is valued in the village as an art and for its use as it is a tradition coming from the Lenca indigenous knowledge. Unfortunately, although the language has disappeared, its material and cosmogonic culture is very much alive.
In the village of Balibrea, municipality of Siguatepeque, lives Mrs. Eliza Euceda, who has been dedicated to the art of pottery all her life, as she comes from a family of potters. Thousands of women from other regions where there is clay make various pottery works for utilitarian, devotional and aesthetic purposes.
The kiln in which the pieces are burnt is also made of clay, earth and bricks. The fuel is wood, which can be from special trees, pieces of wood, boards and even waste from a sawmill, as long as it is suitable for good combustion.
Clay, sand, water and kneading are the fundamental keys to a good piece of work. If this is not done, the pieces crack in the moulding or in the process of burning in the kiln. For all these reasons, producing a piece of pottery is, as a whole, a harmonious whole and is, therefore, an art, which admits of no mistakes.
There is no potter in Honduras who makes a piece, be it a plate, “comal”, water jug, vase, candelabra, “anafres” or ornaments, who makes them only for commercial purposes. There is an ethic in her art. She does it with love, with taste, pleasure and her satisfaction is that whoever obtains it, by direct purchase or gift, values it in its aesthetics.
This pleasure in their own art spreads throughout the country and sometimes internationally, and pride is expressed by each potter.
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