Alfarería

Los objetos de barro han acompañado a los mexicanos a lo largo de la historia. Desde el inicio de las aldeas agrícolas hasta el día de hoy, los alfareros elaboraban objetos cotidianos, así como otros usados en rituales para la siembra, en honor a los muertos o para la celebración de los santos patrones. Muchos […]

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Los objetos de barro han acompañado a los mexicanos a lo largo de la historia. Desde el inicio de las aldeas agrícolas hasta el día de hoy, los alfareros elaboraban objetos cotidianos, así como otros usados en rituales para la siembra, en honor a los muertos o para la celebración de los santos patrones. Muchos objetos se destinan al mercado.

Los alfareros utilizan el barro que encuentran cerca de sus comunidades, lo seleccionan, lo lavan para retirar piedras o basura, lo deja secar, lo muelen y le agrega las sustancias para darle plasticidad. Posteriormente lo moldean, con las manos, como lo indica la tradición, con moldes o con el torno introducido por los españoles en el siglo XVI. Al final, decoran sus piezas, ya sea que las pulan, las barnicen, las pinten o les den un acabado vidriado.

En México existen al menos 75 importantes centros alfareros, algunos fundados desde tiempos prehispánicos y en cada sitio utilizan sus propios procedimientos y estilos. Destacan los poblados de Acatlán e Izúcar Matamoros, en Puebla; San Bartolo Coyotepec, en Oaxaca; Capula, en Michoacán y Tonalá en Jalisco.

Entre la enorme variedad de piezas destaca la cerámica de Mata Ortiz con iconografía de los grupos indígenas del norte; las piezas de Metepec, Estado de México en donde elaboran “árboles de la vida”; la alfarería poblana con jarritos, vajillas, comales y ollas para uso cotidiano; el barro negro de Oaxaca: el vidriado en verde que se produce en Michoacán, o el llamado petatillo en Jalisco.

Piezas de alfarería de gran calidad pueden verse en el Museo de Arte Popular y en el Centro Cultural Banamex, ambos en la Ciudad de México. Ahí hay piezas de grandes maestros alfareros, entre ellos ​ Tiburcio Soteno Fernández con los “árboles de la vida” o Juan Quezada con la cerámica de Mata Ortiz.

english

Pottery

Clay objects have accompanied Mexicans throughout history. From the beginning of farming villages to the present day, potters made everyday objects, as well as objects used in rituals for planting, honouring the dead or celebrating patron saints. Many objects are destined for the market.

The potters use the clay they find near their communities, select it, wash it to remove stones or rubbish, leave it to dry, grind it and add substances to give it plasticity. They then mould it by hand, as tradition dictates, with moulds or with the potter’s wheel introduced by the Spaniards in the 16th century. Finally, they decorate their pieces, whether they are polished, varnished, painted or given a glazed finish.

There are at least 75 important pottery centres in Mexico, some founded in pre-Hispanic times, and each site uses its own procedures and styles. The towns of Acatlán and Izúcar Matamoros in Puebla, San Bartolo Coyotepec in Oaxaca, Capula in Michoacán and Tonalá in Jalisco stand out.

Among the enormous variety of pieces, the pottery of Mata Ortiz stands out with iconography of the indigenous groups of the north; the pieces from Metepec, State of Mexico, where they make “trees of life”; the pottery from Puebla with small jugs, dishes, “comales” and pots for everyday use; the black clay from Oaxaca; the green glaze produced in Michoacán, or the so-called petatillo in Jalisco.

High-quality pottery can be seen at the Museo de Arte Popular MAP and the Centro Cultural Banamex, both in Mexico City. There are pieces by great master potters, among them Tiburcio Soteno Fernández with the “trees of life” or Juan Quezada with the pottery of Mata Ortiz, in the state of Chihuahua.

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